La tenemos que vivir fijándonos en Cristo Resucitado. Si Cristo ha
resucitado, también nosotros hemos de resucitar hacia una vida nueva (lo dice
San Pablo). La resurrección de Cristo es la que da fuerza a la acción de la
Iglesia. Creemos y predicamos una persona viva que continua presente en su
comunidad (la Iglesia). Es Él quien da fuerza a todos los cristianos y a su
acción apostólica. También, la resurrección de Cristo nos da una gran alegría y
una firme esperanza, ya que nos abre la puerta de la inmortalidad.
Si somos cristianos de verdad, tenemos que seguir el camino de Cristo, por lo
tanto tenemos que amarnos más y perdonar, ser más solidarios con los
necesitados, acercarnos a los que sufren, llevar esperanza y vivir esperanzados,
abrir nuevos caminos y nuevos horizontes. En definitiva, ser más auténticos y a
la vez más confiados en la ayuda de Dios que ha prometido que por su Espíritu
Santo será con nosotros cada día hasta la fin del mundo.