Hoy celebramos el
IV domingo del Tiempo Ordinario, pero por ser 2 de febrero, día en que
celebramos la Presentación del Señor en el Templo, conocida también como
¨Fiesta de la Candelaria¨, la celebramos este domingo, por coincidir con ese
día. Recordemos que cuarenta días después de su nacimiento, El Señor fue
llevado al Templo, por sus padres, María y José, lo hicieron en cumplimiento de
la ley de Moisés, y lo que en realidad sucedió fue un encuentro con el pueblo
creyente y gozoso, manifestándose así, el niño Jesús, como luz para alumbrar
las naciones y gloria de su pueblo Israel.
La primera
lectura, tomada del libro del profeta Malaquías, pensamos de inmediato en Juan
el Bautista, pero si el profeta hubiera pensado en un personaje concreto, nos
lo habría manifestado de algún modo. Lo importante no era el mensajero,
sino la certeza de la venida de Dios para juzgar al mundo, día en que los
justos se sentirán sucios.
La segunda
lectura de hoy es de la Carta a los Hebreos, el autor de la misma nos habla
sobre el tema de la plena solidaridad de Cristo con la humanidad y esta tenía
que manifestarse, también, con la muerte de Cristo, ya que todos morimos, pero
esta muerte tenía como finalidad romper el imperio del diablo, que era el señor
de la muerte.
El evangelio de
este día, tomado del libro de Lucas, nos narra la escena de la presentación,
Jesús has sido ofrecido al Padre; el Padre responde enviando la fuerza de su
Espíritu al anciano Simeón, quien profetiza. En sus palabras se descubre que el
antiguo Israel de la esperanza puede descansar tranquilo; su historia no acaba
en vano: ha visto al salvador y sabe que su meta es ahora el triunfo de la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario