La lluvia y la nieve bajan de los cielos, empapan la tierra, la
fecundan y la hacen germinar. Gracias a la lluvia puede comer el sembrador. Un
pueblo que vivía del campo podía entender estas imágenes que se encuentran en
el libro de Isaías (Is 55, 10-11).
Pero el profeta
no se limitaba a evocar la experiencia del labrador. La lluvia y la nieve eran
para él la imagen más clara de la palabra de Dios. Sin ella no habrá una buena
cosecha. El Papa Francisco ha escrito que no sabemos, dónde ni cuándo ni cómo
dará fruto.
Pero en el texto del profeta escuchamos la promesa del mismo Dios:
“La palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará mi
voluntad y cumplirá mi encargo”. No es una obra de magia. La palabra de Dios
requiere una cogida cordial por nuestra parte.
Este es el enlace de las lecturas de este domingo. Y este es el vídeo del evangelio.
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