Debemos anunciar a Jesús Resucitado no solo con las
palabras, sino especialmente con el testimonio de nuestra vida, pues las
palabras convencen, pero los ejemplos arrastran. Se trata de irradiar la
alegría pascual, que se note en cada uno de nosotros la vida nueva de la
Resurrección. La primera comunidad cristiana vive la experiencia pascual con
una alegría desbordante, una “alegría que nadie les puede quitar”. No es fruto
de una ilusión o subjetivismo, sino que es la reflexión y la experiencia de
tener verdaderamente al Señor Jesús entre ellos, aquel que había muerto y que
ha resucitado, como lo había prometido. La alegría de la Resurrección es una
alegría que debe ser compartida. Nos dice nuestro fundador: “¡Jesús, el Señor,
es nuestra alegría! Y desde el corazón que se abre al encuentro con el Señor,
la alegría permanece e irradia, pues a semejanza del amor, ella es difusiva”. María,
la Madre de la alegría pascual, la Mujer que mantuvo encendida la lámpara de la
esperanza cuando muchas se apagaron, Aquella que proclamó gozosa las maravillas
del Señor, nos permita experimentar y compartir en esta Pascua la alegría de la
Resurrección.
Este es el enlace de la liturgia de la palabra de este domingo. Y también les dejo con el vídeo del evangelio.
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